Desde que en 1970 el granjero Michael Eavis decidió montar unos conciertos en sus terrenos de Pilton, la sostenibilidad ha estado presente en la organización de festivales. Hoy, Glastonbury es un gigante y las medidas en materia de ahorro energético y reducción del impacto medioambiental del evento han ido adaptándose a sus necesidades. Todo el mundo quiere ser como Glastonbury, pero su concienciación en materia energética no ha marcado tendencia en zonas como España, donde las iniciativas medioambientales siguen estando en un plano muy secundario en la música en vivo.
“Tiene que ver con la propia concienciación del público de cada país. En los nórdicos europeos y en Australia la gente demanda medidas de ahorro energético, mientras que aquí nadie se preocupa por ello”, explica Jorge Gosálbez, responsable de proyectos de Menos Que Cero y director del festival Bona Nit Barcelona (BNB), que fue elegido como el más sostenible en España en 2013 por A Greener Festival.
El ejemplo de los nórdicos
El interés de los organizadores del BNB por aplicar criterios de sostenibilidad medioambiental no son casuales. Todo surge de su experiencia en el Øyafestivalen de Oslo, un festival que reúne a 85.000 personas y que cuenta con oferta gastronómica orgánica y vegetariana, horario diurno para minimizar el gasto energético y fuentes de agua por todas partes. Gracias a su política ha pasado de generar casi 200 toneladas de emisiones de CO2 en 2008 a menos de 120 en la edición de 2013. “En Noruega abrimos los ojos y vimos que aquello se podría hacer en España, pero hasta que no contemos con el favor del público y las administraciones estaremos remando contra viento y marea”, asegura Gosálbez.
En su última edición, el BNB promocionó los vehículos bluemotion, fomentó el uso de transporte público, instaló un gran parking para bicicletas, ofreció un pack de hotel biosphere con oferta de rutas verdes, utilizó leds para la iluminación, ofreció vasos reutilizables, usó papel reciclado para toda su cartelería, utilizó paneles solares para la generación de energía, sirvió comida vegetariana y vegana de quilómetro. ¿El resultado? Un impacto medioambiental reducido y la satisfacción del público. “Los espectadores se van a casa con algo de valor añadido. Todos los festivales pueden poner artistas sobre el escenario, pero pocos te dejan un mensaje y aquí la gente acaba contenta porque ha estado en un espectáculo cómodo, limpio y reivindicativo”.
Problema de concienciación
El público se convence de las bondades de una estrategia sostenible a través de la experiencia. Así pues, ¿por qué no hay más festivales que sigan este modelo? La aplicación de estas medidas supone un gasto adicional y Gosálbez cree que hasta que no sea el público quien lo demande los grandes nombres no se pondrán a ello. “El público en España ni se imagina que las cosas se pueden hacer de otra manera, así que deberían ser los festivales de referencia los que tomaran la iniciativa, no solo con la recogida del contenido, sino con medidas preventivas como el fomento del transporte público o el uso de placas solares”.
Junto a público y organización, las marcas forman parte fundamental de un festival. Y la tendencia de las empresas es a apoyar las acciones medioambientales, por lo que cabe pensar que un festival sostenible es más atractivo para los patrocinadores. ¿Y las administraciones? Gosálbez considera que también tienen su papel en el fomento de estos modelos: “Los promotores de festivales solo se pondrán las pilas cuando el público demande estas políticas y cuando las instituciones den incentivos y premien a los modelos ejemplares”.
Este artículo de Víctor Solvas se publicó en APMusicales el 29 de agosto de 2014. Dos años más tarde, el Ayuntamiento de Barcelona, ahora liderado por Ada Colau, ha lanzado la propuesta de impulsar un cambio en el modelo energético, pero todavía es pronto para determinar si esto tendrá alguna consecuencia sobre los eventos musicales.