Smart Festivals

June Calvo-Soraluze: «‘Smart Festivals’, más allá de la tecnología»

Compartir instantáneas y opiniones de un concierto con tus amigos de Facebook, Twitter, Instagram, WhatsApp…; hacerse selfies o sacar videos; informarse del horario del próximo concierto en la aplicación del festival que te has descargado en tu móvil; cargar la batería de tu teléfono en puestos de carga USB; acceder y moverte por un festival e incluso pagar con tu pulsera personalizada RFID. Estas acciones cada vez más comunes muestran una evolución en la forma de asistir a los festivales y suponen, asimismo, un cambio en las expectativas que el público tiene de los eventos musicales. ¿Significa esto que ya podemos hablar de la era de los smart festivals?

La palabra smart está en boga. Estamos rodeados de productos y servicios denominados smart: smartphone, smart TV, smartwatch. De hecho, los festivales actuales acontecen en ciudades designadas smart cities. Ciudades que debido a los avances científico-tecnológicos y lo que algunos autores han llamado la Cuarta Revolución Industrial, han hecho transformar las ciudades industriales en aquellas que se sustentan en soluciones urbanas basadas en el uso intenso de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC).

Diferentes congresos y conferencias hacen alarde de sensores, dispositivos, aparatos electrónicos y aplicaciones que se interconectan y facilitan, entre otros, sistemas de movilidad, luz y energía. Eficientes y personalizados. Cada vez estamos más cerca de esas imágenes que tenemos grabadas en la retina de películas donde la inteligencia artificial gestiona la ciudad a través de robots.

Sin embargo, en todo este proceso de cambio continuo hay algo que no cuadra, contradicciones que no deberían ser propias de la ciudad inteligente: desigualdades, desempleo, contaminación, violencia, corrupción. La realidad muestra velocidades de innovación tan diferentes que generan un gran desequilibrio. La rapidez de evolución en la innovación tecnológica contrasta con la lentitud en la innovación social, cultural, medioambiental y económica. Esto hace ver que, tal y como afirma Daniel Innerarity, una innovación sin sociedad produce efectos socialmente indeseados.

Actualmente los festivales se celebran en este contexto y aunque crean micro-espacios por unos días, es difícil alejarse de la realidad social y tecnológica. El acceso de las personas al ocio y la cultura se ha transformado, como lo han hecho su comportamiento y sus experiencias, cambiando la forma en la que pasan su tiempo, determinando a su vez sus preferencias culturales y el desarrollo de sus lazos y redes sociales. Por lo tanto, el cambio tecnológico también ha cambiado el concepto de ocio y su organización, tanto en términos de acceso como de experiencia. De hecho, las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, ordenadores personales, internet y teléfonos móviles, han cambiado profunda y drásticamente las normas y prácticas en el sector musical incluyendo el de la música en vivo.

Una investigación reciente, que pretende conocer el nivel de implantación e integración de las principales tecnologías actuales en la organización de festivales, muestra que el 85% de festivales europeos utiliza las nuevas tecnologías principalmente para informar de novedades (line-up, horarios…).

De hecho, antes del festival la información se centra en la programación, la música y la biografía de las bandas, los precios de las entradas, el cartel y, en general, todos los aspectos relacionados con la promoción del festival. A veces, dependiendo de la estrategia del evento, también ofrecen información sobre qué hacer y ver en la ciudad donde el festival se lleva a cabo. Asimismo, se ofrecen descuentos, proponen sorteos y promociones especiales. Durante el festival, la información se centra principalmente en aspectos prácticos como los horarios de las actuaciones, ubicación de los escenarios, el recinto del festival, puestos de comida y bebida, el anuncio de actuaciones pop-up y opciones de acampada y transporte. Una vez terminado el festival, las publicaciones se centran en videos (por ejemplo, aftermovies), fotos, crónicas y reportajes. Este uso de las redes sociales, aplicaciones digitales y las diferentes novedades tecnológicas convierte en importante el resultado del número de seguidores, likes, retweets, visualizaciones, menciones, descargas, usuarios…

Esto muestra una innovación a través de la incorporación de nuevas herramientas tecnológicas, especialmente dirigidas al marketing, pero no en el uso y la visión de estas de forma que sirvan para la transformación del propio festival en el ámbito social, cultural, medioambiental y económico. Al igual que sucede con las smart cities, existe un desequilibrio entre los diferentes grados de innovación.

Las últimas investigaciones, lejos de considerar los medios digitales como exclusivamente TIC, hacen entender que la cultura de la red digital y la tecnología pueden llegar a ser Tecnologías para el Aprendizaje y Conocimiento (TAC) y Tecnologías para el Empoderamiento y Participación (TEP). Es decir, medios que permitan en última instancia el disfrute, participación y desarrollo personal. Esto supondría un cambio de visión en el uso de las tecnologías digitales que necesitaría integrarse como parte de las estrategias y procesos de gestión de los festivales para que se diera la co-creación, participación e implicación de la audiencia y mejorar, así, su experiencia.

Este reto plantea la integración de las distintas naturalezas de la innovación a través de una visión diferente de lo que suponen las nuevas tecnologías: hay que utilizar las TIC con una visión TAC y TEP para fomentar la innovación medioambiental (espacios y territorios respetuosos con su entorno), la económica (de los recursos y resultados desarrollados para el win to win),  la social (de las personas y organizaciones generadores de bienestar y bienser) y la cultural (de los procesos basados en valores).

Lo que se necesita es reorientar el sentido de los ecosistemas festivaleros de innovación hacia la acción transformadora. Que no suponga solo la adaptación de base tecnológica en los procesos de gestión, sino empezar a usar esa innovación para la transformación de procesos que potencien la experiencia a través de la creación, co-creación, aprendizaje, diseño, difusión, consumo. Es decir, fomentar la innovación social, cultural, medioambiental y económica con una base tecnológicamente innovadora. En ese momento, será cuando entremos de verdad en la era de los smart festivals.