El artículo ‘Desde un país extraño’ publicado en noviembre de 2014 por Diego Manrique en El País, a razón de la lista de los 300 mejor discos de los últimos 30 años, con la que Rockdelux celebró sus tres décadas de historia, abrió el debate sobre el papel y la posición de la crítica musical en España. Manrique se cuestionaba sobre las razones por las que el ’19 días y 500 noches’ de Sabina y otros superventas no aparecían en tan amplia lista y exponía los posibles motivos. Entre ellos, el más inquietante: ¿Ningún otro periodista ha caído en esa obra?
Ante lo hechos, el periodista aseguraba que la crítica nacional muestra «incapacidad para tratar el mainstream» y que «existe un abismo entre los gustos masivos y los de los prescriptores», como no ocurre en otros países. Para entrar en el debate, en APM preguntamos a otros periodistas musicales destacados del país: ¿Peca de snobismo la crítica musical? ¿Existe tal desconexión entre prensa y aficionados a la música?
Ángel Navas. Industria Musical
Sin ánimo de ofender, y aunque valoro la labor que algunos medios, creo que la mayoría de análisis de especialistas carecen de validez para el gran público y la razón de eso no yace en la pluma de un autor con falta de argumentos o matices, se refiere a las formas de consumo actual. Poca gente se toma la molestia de leer una reseña antes de darle play a una canción o un vídeo. La función del prescriptor debe mutar hacia la creación de playlists curadas, que es la forma de aportar valor.
Más allá de las formas de consumo, creo que sí existe un vacío entre crítica y público. A veces parece que los periodistas escriben solo para su círculo de amigos o pares. En su defensa, hay que decir que es muy difícil no hacerlo, pues cada uno recibe la música como algo muy personal. Para dar forma a mis palabras, recuerdo haber leído una reseña sobre uno de los conciertos de One Direction al que nos invitaron y del que salí maravillado por la conexión que el grupo logra con su público. Pues bien, al leer la crítica de un gran medio sentí como si la escribiera un fan de Metallica o Muse. Era vacía e inútil. Esto no aporta valor alguno al lector.
Nando Cruz. El Periódico
Es evidente que la crítica musical está muy desconectada de los gustos del gran público. No sé si en otros países es así, pero en España la crítica siempre ha tendido más a exhibir conocimientos y buen gusto que a anteponer una vocación de servicio. Por alguna extraña razón, se considera que la música superventas no merece ser analizada ni valorada; simplemente se consume. Los críticos más reputados lo son por conocer hasta el grupo más oscuro, nunca por saber explicar mejor que nadie las virtudes o handicaps de las canciones más radiadas.
Esto implica que, efectivamente, los críticos escribamos siempre para un porcentaje muy reducido de lectores, «los verdaderos melómanos». Ni siquiera la profunda crisis de ventas e identidad del gremio parece razón suficiente para modificar algunos hábitos profundamente snobs y elitistas. Se puede hacer la prueba comparando, por ejemplo, las líneas que dedicará la crítica española al nuevo disco de Abraham Mateo y al de The Decemberists.
Arturo Paniagua. RTVE
El otro día en la revista Efe Eme leía una reseña del nueva disco en directo de Dani Martín, y me pareció algo reseñable. Por fin una revista especiazada hablaba de uno de los discos más vendidos de las últimas semanas. La realidad es que, bajo la excusa de que los más exitosos «ya tienen el apoyo de las televisiones y radiofórmulas», los prescriptores especializados han decidido dar la espalda a un sistema que consideran viciado, que no les pertenece, y sobre el cual dejan caer muchos prejuicios.
Este es el gran problema de una crítica cada vez menos tomada en cuenta: su desapego con la realidad de nuestro mercado musical. Existe cierto paternalismo y guasa por parte de aquellos que se sienten «iluminados» por conocer a más productores, artistas, géneros, historias y álbumes que el resto de los mortales. Esos son los que entran en el mainstream mirando por encima del hombro y sin ánimo alguno de practicar una crítica constructiva que eduque a la audiencia.
Cuando logremos evitar eso -me incluyo en algunos casos- ayudaremos a esa corriente masiva a ser más crítica y menos complaciente. Al final te das cuenta de que los prejuicios están matando la crítica musical y el exceso de complacencia y la falta de oído es lo que hace que radiofórmulas, televisiones y prensa escrita sigan aupando a los mismos de siempre. Cuando encontremos un punto medio y aprendamos a convivir sin odios ni suspicacias, llegaremos realmente al nivel de medios estadounidenses y británicos, que aúpan de igual manera a Beyoncé, a Arcade Fire, a Iggy Azalea, a Adele o a Bon Iver… así, sin complejos.
Javier Herrero. EFE
Estoy parcialmente de acuerdo con Manrique en que existe una marcada reticencia entre la crítica musical española a abordar el mainstream en su labor diaria.
Sin embargo, creo que más que por incapacidad, se debe a unos usos anacrónicos que apostaron en los 90 por atender a artistas marginados, más ambiciosos en sus propuestas, y compensar así la tendencia de la radiofórmula a programar una música de gran éxito comercial que caía una y otra vez en los mismos esquemas.
Muchos periodistas de hoy conformaron su idiosincrasia musical en virtud de ese esfuerzo, honorable hasta que termina edificándose de una manera radical y ciega, por oposición a todo aquello que tuviera cabida en la radiofórmula, asumiendo que si algo tiene éxito masivo es porque carece de calidad. Se trata de una actitud que no tiene parangón en ninguna otra área de las artes. No son pocos los críticos de cine en España que igual loan una película checa de bajo presupuesto que la última producción de Pixar.
Soy optimista en cualquier caso y me parece que existe una tendencia al cambio, medios que son capaces de vislumbrar los aciertos de Aphex Twin y de Pablo Alborán. Aún conservo un número de Rockdelux en el que, para mi sorpresa, referenciaban -y además de forma positiva- el «Femme fatale» de Britney Spears. Quitémonos los prejuicios, como bien saben hacer en Reino Unido, y añadamos algo de azúcar a nuestra dieta musical, que hasta los críticos necesitamos algo de hidratos en nuestra dieta hiperproteica.
Darío Prieto. El Mundo
Sobre esta cuestión siempre recuerdo un sketch de Faemino y Cansado en el que uno de los dos aparecía con un rectángulo negro delante de los ojos y decía, en plan confesiones y entre lágrimas: “Soy crítico de cine y me gustan las mismas películas que a la gente”. Pues así es. Creo que se trata de un problema bastante español, pues, debido a diferentes circunstancias (antiintelectualismo, dictadura, catolicismo, y el tan español “no me hace falta escuchar ese grupo para saber que es una puta mierda”), el panorama de la música en España se compone de compartimentos estancos entre los cuales difícilmente se da un flujo.
Al contrario de lo que sucede en el Reino Unido (siempre me gustó la alegría con la que elaboran los carteles de los festivales, poniendo Rihanna al lado de Merzbow o Bomba Estéreo), Francia y Latinoamérica, en España resulta difícil que un asistente, pongamos, al Primavera Sound, pueda ir a un concierto de Fito y viceversa. Y los medios no somos ajenos a ello. Muchos -yo mismo-, podemos ir de abiertos y de “voraces consumidores de todo”, pero estamos condicionados por estos guetos de los que resulta difícil salir. Y, aquí toca entonar el ‘mea culpa’, considero que el “abismo” al que hace referencia Diego Manrique es real.
Este artículo de Víctor Solvas fue publicado el 12 de noviembre de 2014, y ha sido el contenido más leído en la historia de APMusicales.com